3 de noviembre de 2009

La devolución de pertenencias debe ser la peor parte después de terminar una relación. Es el paso definitivo, el cartel de neón que grita "ya no estamos juntos", lo que dictamina el fin absoluto. Nada más triste, más angustiante que buscar las cosas, tus cosas, diseminadas por mi habitación. El libro de Isaac Asimov, el radio despertador que te regalé y nunca usaste, el cargador de pilas que compramos antes de irnos de vacaciones... tanto y tan poco que entra en una bolsa.
Uno deberia quemar todo, hacer una pira funeraria donde ardan los libros, cds y regalos con todos los recuerdos que en este momento duelen tanto.
Es raro como los objetos se cargan de significatividades; como una taza deja de ser solo un utensilio de cocina, una vasija, un 'contenedor' de brebajes varios para ser el desayuno que te llevé en aquel primer cumpleaños que pasamos juntos, o un símbolo de ese posible -y lejano- vivir juntos, o los miles de cafés que tomamos en nuestras noches en vela, entre apuntes y trabajos para ayer, cuando haciamos guardia para seguir pero donde siempre encontrabamos el momento para dormir 15 minutos abrazados. Siempre fuimos un buen equipo, siempre nos dijeron que "quedabamos bien", siempre... Siempre todo y ahora buscás tus cosas, porque el siempre se acabó.
Nunca perdonaste que no pudiera decirte que te iba a amar por siempre... Nunca pude mentirte y  si, todavia hoy, no sé  las dimensiones de ese siempre ¿cómo iba a prometertelo? Preferí elegirte cada día, eso si estaba dentro de mis posibilidades. Hoy tengo que decirte que sé que fuimos felices, inmensamente felices. Fuimos, vivimos y sentimos la felicidad  más intensa y más completa. Y eso ya vale todo el dolor por venir.
Sabés qué? Hoy, a pesar de todo,  quiero que sepas que te elegiria de nuevo mil veces. De hecho, hoy que nos separamos totalmente, sigo eligiendote.

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