23 de noviembre de 2009



En la mitología clásica Medusa (Μέδουσα , Médousa, de μέδω medō, "mandar", "reinar") habría sido en un principio una ninfa de gran belleza, mortal, hermosa y tentadora como el más dulce de los pecados, perteneciente a una raza de mujeres guerreras: las gorgonas. De las tres gorgonas solo Medusa era mortal.

Érase una vez esta bella sacerdotisa a la que todos llamaban Medusa. Érase tan bella que despertó la envidia de la diosa Atenea y los deseos del dios Poseidón. Por uno u otro, érase que fue castigada convirtiendose en un ser con alas de oro, cuerpo cubierto de escamas de bronce y cabellera de serpientes.
La historia cuenta que Atenea, diosa de la pureza y castidad, ofendida por el deseo del dios del mar, por el acto ocurrido en su templo, por el deseo, la carnalidad, la voluptuosidad que simbolizaba la ninfa en cuestión, por atreverse a rivalizar con su belleza, la convirtió en mounstruo.
Los cabellos de la joven se volvieron siseantes serpientes, sus ojos de una intensidad tal que convertian en piedra todo aquello que los mire, le fue negado el contacto, la cercania, el amor en cualquiera de sus formas: Medusa se había transformado en un monstruo pero aún se hacía valer por su andar provocador y sensual que hipnotizaba casi tanto como su mirada.

Nunca nada es tan bueno, ni a la vez tan malo...

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