8 de agosto de 2010

(respiro)

Volviamos de Alvear. Ana, Marce y yo.
Reconfortante sensación la de ese auto, lleno de amigos y calor invernal. Detrás del vidrio la tierra seca vuela a nuestro paso. La ventana trasera es una sola polvareda con rastros de sol. Amo este invierno que pinta los campos de verde y amarillo. Colores tenues y constantes que no terminan en monotonía, llenos de variantes, de particularidades.
Si me preguntás por una sensación que me haga feliz puedo nombrarte varias. Pero te aseguro que esa sería una de las primeras: el calor del sol condensado dentro de un auto, en pleno invierno, en pleno viaje, con buena compania.
Siempre el invierno me lleva al mismo recuerdo...Cuando era chica mi familia tenia un negocio, el típico almacén de barrio. Teniamos un auto blanco, un supereuropa que sabia ser mi lugar en las siestas paranaenses. Me encantaba acostarme y sentir el calor, ver las párticulas de tierra volando en el aire. Me quedaba horas leyendo e inventando historias. Me acuerdo que me llevaba un chocolate, el libro que me habia comprado esa semana y disfrutaba la modorra, me pensaba en esa historia, le cambiaba el final, lo dibujaba.
Reitero: tuve una infancia MUY feliz.

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